Es conveniente
situar previamente cual es el marco referencial desde donde se va analizar la
cuestión.
Hoy tanto el
niño, como el adolescente como sujeto social vive en un estado de inmediatez,
su vida se la puede representar con “la función del control remoto” pasa de un
canal a otro en segundos, para luego concluir que no hay nada interesante o que
atraiga su atención, por lo tanto “estoy aburrido”. Y continúa buscando algo
que lo entretenga.
Cuando se
cuestiona el comportamiento de los alumnos, los estamos haciendo desde el nivel
que afecta nuestra situación en la vida. Si somos padres, desde el lugar que
nos marca la falta, que por lo general es la imposibilidad de poner límites y
por lo tanto la dificultad de “manejar la situación”. Si es desde el lugar de
docente las culpas son puestas en otros sectores, aduciendo que “los docentes
no somos más que docentes y no niñeros” y cuestionamos el comportamiento a
nivel aula (“no atiende por estar con el celular”), a nivel institucional (“hay
que andar cuidándolos, para que no destrocen la escuela”) y a nivel
social (“no sé que aprenden en la calle, que vienen con esas modas raras”)
Ahora bien,
tendríamos que plantearnos, que esta primero en orden de influir en las
conductas de los alumnos, “el huevo o la gallina”. Como es un problema que no
tiene solución aparente, o caemos en el reduccionismo de decir “es producto de
la evolución de la especie”, propongo abiertamente que busquemos un chivo
expiatorio que se haga cargo de una parte de este problema. Y este no es ni más
ni menos que las capacidades para formar y estrategias didácticas, según
corresponda o según el nivel donde se lleven a cabo.
En el seno
familiar existe una forma de actuar de los padres e imparten normas que muchas
veces no generan los cambios esperados, sobre todo en el comportamiento de sus
hijos. A este impedimento lo podemos llamar “culpa”, “temor” “desinterés” y la
lista seguiría creciendo. Haciendo un análisis más detallista podemos observar que
existe inconsistencia en el mensaje, ya que no pueden mantener la “orden” en
forma secuencial y perdurable de lo que realmente quieren o esperan de la
conducta de los hijos. En una palabra no existe un modelo de hijo a alcanzar
(muy técnico pero al mismo tiempo muy real), porque no hay una planificación de
las acciones a tomar, solo nos interesa el nivel de triunfo y muchas veces sin
existir coherencia (exigimos respeto, pero cuando nos dicen lo “malo” de
nuestro hijo generamos faltas de respeto).
A nivel de los
docentes se debería también hacer un planteo en que se pueda reflexionar sobre
el uso de las estrategias didácticas acorde al destinatario de las mismas y no
solo a una metodología aprendida y nunca revisada, ni cuestionada según pasan
los años. Desconocemos el gran impacto que genera en la sociedad el avance
tecnológico y también no nos permitimos ver que esta proceso atraviesa la vida
de los niños y jóvenes formando parte de su cosmovisión diaria (por ejemplo
ellos no pueden pensar un mundo sin televisión, cuando se hace referencia a
esto ponen una cara de asombro y muchas veces dudan de la credibilidad del
relato) en cambio a nosotros este modelo social nos cayó como un bloque y nos
aplasto y no nos deja “levantar cabeza” por que cuando creemos que algo sabemos
ya hay algo más sofisticado y nuevo.
Así es como
muchas veces, se producen los problemas de aprendizaje o inadaptaciones
sociales. Y muchas veces nos olvidamos que la conducta de estos no es
monocausal, si no que depende de muchos factores. Existiendo casi un
pensamiento mágico que considera que los jóvenes de hoy plantean más problemas
que generaciones anteriores y a partir de esto es que comenzamos a elaborar
hipótesis que no son otras cosas que buscar un responsable de la situación y desde
allí buscar un mediador o facilitador fuera de los entornos en donde se
producen estos conflictos, para lograr una solución al problema. Se busca a
alguien que “traduzca” esos mensajes, para que los hijos / alumnos regresen
nuevamente a tener conductas esperadas y derivan al psicopedagogo o al
psicólogo para que un profesional pueda darles un diagnostico y tengan el
“justificativo” científico para explicar estas conductas atípicas y seguir de
esa forma poniendo el problema afuera.
Si pudiésemos
aprender a hacernos cargo de nuestra acción e intensión educativa…
Si tanto
padres como docentes se pusieran nuevamente en el lugar de sujetos aprendientes
y no solo como sujetos formadores…
Si
descubriéramos, como en el juego de las escondidas, a las estrategias
didácticas/capacidades para formar, estaríamos generando una sociedad con menos
problemas de aprendizaje y más interacciones generacionales.
Lo pensamos….
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